El consumo de películas y series online atraviesa su edad dorada . Ya
nadie quiere bajar y guardar esos archivos pesados que quizá jamás
vuelva a revisar. Para lo inmediato está Cuevana, un referente local que
desde su aparición en 2009 no había sufrido sacudidas. Pero en los
últimos días debió enfrentar un presión legal y un presunto sabotaje.
El conflicto arrancó una semana atrás, cuando cobró notoriedad la
versión de que Telefé, que opera bajo el ala de Telefónica, estaría
analizando cursar acciones legales contra Cuevana por violación de la
ley de propiedad intelectual (la 11.723, de 1933).
En medio de este revuelo, en la madrugada de ayer el sitio fue
hackeado. Al intentar conectarse, aparecía un video un tanto risueño en
el que dos encapuchados, en tono jocoso, apuntaban que la plataforma y
la información de sus dos millones y medio de cuentas habían sido
comprometidas.
El asunto estalló en las redes sociales , donde los internautas
sacudieron sus banderas a favor o en contra del popular sitio. En los
temas del momento en Twitter rankearon alto todo el día #Cuevana,
#NuevaCuevana y #FuerzaCuevana. Esta tendencia se repitió en otros
países, como México. La perspectiva de un cierre era una posibilidad
que atemorizaba a sus seguidores.
Desde los canales oficiales que Cuevana tiene en las redes sociales
reinó un silencio parcial. No se hicieron alusiones directas al
supuesto ataque y no se responsabilizó a ningún grupo. Tampoco se
desmintió que, como muchos conjeturaron, se tratara de una estrategia
comercial para disparar las expectativas. Sólo se agradeció el apoyo de
los usuarios y se pidieron disculpas por los problemas de
funcionamiento. “Estamos al tanto de los problemas con el sitio y
trabajando para estabilizarlo”, publicaron en Twitter.
Como si se tratara de un acto de magia, el sitio surgió con un
diseño renovado y nuevas características. Su creador, Tomás Escobar,
hizo saber que por el supuesto hackeo se vio obligado a ultimar
detalles y lanzar el nuevo diseño.
Entre las novedades más destacables, la sección “Cortos” le hace un
guiño a la legalidad: junto a los estrenos más recientes de la
cartelera de cine se ofrecen producciones de artistas independientes.
Aunque la discusión de fondo es otra. El rubro del video a la carta
es un negocio muy rentable y los grandes jugadores están amontonando
sus ficha en este casillero. Algunos proveedores de banda ancha como
Telefónica (OnVideo), Telecom Argentina (Arnet Play) y Claro (Ideas
Entretenimiento) lanzaron sus servicios para ver películas por Internet
que, por supuesto, tienen un costo mensual. A este tridente se les
suma nada menos que Netflix, considerado el líder mundial.
La principal diferencia, imperceptible para los usuarios , es que
estas empresas difunden contenidos legales: antes de ponerlas a
disposición de sus clientes pagan los respectivos derechos de autor a
sus creadores. Cuevana no sólo no paga derechos de autor sino que
además ofrece películas de reciente estreno, que en algunos casos
incluso siguen en cartel.
En este cruce de acusaciones los argumentos están bien aceitados.
Cuando se lo culpa de ejercer la piratería, Cuevana sostiene lo mismo
que Taringa! (cuyos creadores están procesados), The Pirate Bay y, en
su momento, las redes de pares, como Napster. Ellos no son generadores
de contenido, sino que facilitan el acceso a través de un índice.
/clarin.com
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