La semana pasada saltaba la polémica porque Hamza Kashgari, un blogger de 23 años de Arabia Saudí, era detenido tras escribir varios mensajes en Twitter en los que simulaba hablar con Mahoma. Básicamente, se trataba de una conversación ficticia en la que decía sentirse identificado con la rebeldía del profeta, y a la vez decía que le gustaban muchos aspectos, y otros no tanto. Los comentarios desembocaron en la denuncia social y posterior detención, ahora Hamza Kashgari podría acabar su vida por escribir mensajes de 140 caracteres.
No es la primera polémica o condena por blasfemias, o mas bien por usar el nombre o imagen de Mahoma en vano. Desde hace casi una década, varias caricaturas del profeta han sido criticadas y varios de sus autores condenados, aunque este caso es tal vez más llamativo por el desarrollo del asunto.
Inmediatamente después de saber que su mensaje había causado controversia, y recibir cientos de retweets y replies, Hamza borrón los comentarios y decidió salir inmediatamente del país. Las respuestas venían no sólo de particulares, sino de personalidades importantes como el Ministro de Información Saudí, que twitteó lo siguiente:
Cuando leo lo que escribió me enfurezco, no es propio de alguien del país de los Dos Santos Lugares el atacar a nuestro profeta de una forma que para nada va con alguien musulmán.
Volviendo al medio donde se generó la polémica, Twitter, este es otro ejemplo más de cómo las autoridades de diversos países tratan de censurar a sus ciudadanos incluso en los medios modernos. Medios que son imposibles de controlar, ya que no se basan en un puñado de periódicos comprados por el poder, sino que son plataformas globales que entran y salen del país.
Kashgari pasó unos días en Malasia, aunque pronto fue capturado y extraditado de vuelta a Arabia Saudí, donde tendrá un juicio que seguramente acabe con su condena a muerte.
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